5 de octubre de 2011

SE BUSCA CHICA A LA QUE LE GUSTE EL ARROZ Y NO SÓLO EL QUE SE TIRA EN LAS BODAS

- ELLA: Ajjj, ¿arroz? eso es comida de pobres. Mejor espaguetis con tomate y atún.

- ÉL: ¿Y los espaguetis no son comida de pobre?. No sólo son de pobre, sin dinero, sino de pobre de espíritu. Cocer la pasta no tiene secretos, abres una lata de tomate frito y otra de atún, lo mezclas, se lo echas a los espaguetis y listo.

- ELLA: Que rico, se me hace la boca agua.

- ÉL: Mira. El arroz es un arte. El sofrito con cebolla, ajo, pimiento (al gusto), tomate natural triturado. El caldo con las cáscaras del marisco, las espinas del pescado (si es un arroz “marinero”) o un caldo de carne con verduras (si es un arroz “campero”). El acompañamiento, ya sea con gambas, pollo, setas, verduras,…. La proporción arroz/caldo dependiendo de si te gusta caldoso, meloso o seco. Hay gente que prefiere echar el arroz antes que el caldo y otros lo echan después (sea como sea, el caldo siempre caliente). Las ramitas de azafrán si vas a hacer arroz “amarillo”, el queso parmesano, si vas a hacer risoto, etc. Y finalmente el reposo.

- ELLA: Ajjj, tanto lío para comer arroz. Mucho trabajo para comer los mismos hidratos.

Si hay una cosa que es difícil compatibilizar en una convivencia y que requiere “cumbres”  es lo que se hace para comer y por tanto lo que se echa en el carrito de la compra.

Si los que conviven tienen hábitos alimenticios similares no hay problemas pero como no sea así cada vez que vas a la compra es como un Consejo de Ministros, no sólo porque se hace los viernes sino porque cada uno lleva sus propuestas y se decida lo que se decida siempre será la solución más cara.

Pero me atrevo a decir que esto es algo muy reciente, resultado de nuestra forma de vivir actual, de la incorporación de la mujer a una vida laboral similar a la del hombre y a que éste ha empezado a entrar en la cocina para algo más que coger las cervezas de la nevera.

La mayoría de nuestras madres no trabajaban fuera de casa y nuestros padres casi no entraban, por tanto ellas se encargaban de ir a la compra, organizar el menú semanal y en sus manos estaba la capacidad de introducir nuevos alimentos en nuestra dieta o probar nuevos guisos. El marido no colaboraba mucho o nada en estas labores como no fuese para sugerir guisos hechos por su madre, los que conocía por boca de otros hombres durante las partidas de mus o los probados en el menú del día en la jornada laboral. No había programas de cocina, ni canales temáticos, ni fichas de recetas en las revistas ni los cocineros salían en las portadas del Times.

Sólo existía una parcela de la vida en pareja en la que el hombre asumía el rol de la mujer: Las barbacoas. Quizá fuese por el fuego que nos atrae, quizá fuese para reafirmar fuera del hogar la dominación masculina aunque fuese en un ámbito en el que es la mujer la que manda dentro del hogar.

El caso es que el hombre no se metía en los asuntos de la intendencia.

Avanzan los tiempos, la mujer empieza a incorporarse al trabajo asalariado y surgen los primeros centros comerciales en las afueras de la ciudad. No son muchas las mujeres que tienen todavía carnet de conducir y por tanto para realizar la compra en los nuevos centros necesitan que el marido las lleve. Es en ese momento donde el marido ayuda a hacer la compra, al principio empujando el carrito, pero la evolución cultural imparable hará que gracias a su pulgar oponible comience a coger cosas de las estanterías.

De repente los maridos hablan de sus experiencias al hacer la compra en los vestuarios de la fábrica, durante la jornada de caza o pesca, incluso en el bar. Unos a otros se recomiendan productos, nuevas formas de cocinarlos y por tanto comienzan a tener voz y mando, aunque sea de forma tímida.

El hombre configura sus propios gustos y no deja única y exclusivamente en manos de su mujer la decisión sobre su alimentación.

Y llegamos a los tiempos actuales, donde existe un gran conocimiento generalizado sobre nutrición, formas de cocinar los alimentos y una gran apertura mental a probar nuevos alimentos o a comer los alimentos clásicos de forma distinta.

Antes no había posible conflicto, el hombre comía lo que le ponían, sus gustos eran moldeados con la fuerza de la resignación y el entorno.

Ahora los cónyuges son nutricionalmente independientes y por tanto, como en cualquier otro ámbito de la convivencia, puede aparecer el conflicto.

Es una teoría, si tenéis otra mejor escribid en un blog.